La pregunta.
A veces me pregunto tantas cosas
y entre ellas aparece esta pregunta que no tiene nada que ver con el resto, sé,
que exclusivamente tiene que ver contigo. Aunque ella sea parte de ese montón
de preguntas que me inundan, me ahogan, me sofocan y me atraviesan con una
daga, es tímida, retraída, complicada y se
aislada. Eso no significa que sea menos importante, puedo apostar a que
si la pongo a competir con el resto, posiblemente sea la pregunta más
importante entre todas ellas. No sé si sea justo para las demás, tampoco tengo
idea de si será injusto para ella ponerla a batirse; una contra todas y todas
contra una. Debería hacerlo una contra una, pero llevaría más tiempo demostrar
su importancia.
He intentado escapar de esa
pregunta, imposible; es como querer alejarme de mi sombra, aunque no siempre la
puedo ver sigue conmigo. Tampoco puedo deshacerme de ella porque sería aún más
cobarde de mi parte que el hecho de haber intentado escapar de su imperiosa
presencia.
Inclusivamente he soñado con esa
pregunta. Se desprende de lo más profundo de mi conciencia, toma forma, se
levanta, camina y se dirige exactamente hacía mí. Su rostro sin ojos, sin boca,
sin nariz, sin cejas me causa tanta curiosidad que se me olvida el miedo que me
provoca en primera instancia su cabeza retorcida en forma de signo de
interrogación.
No basta con despertar. Llevo
tatuada mi piel con esa forma torcida y bizarra tan peculiar y singular de su
ser. Tampoco es suficiente recorrer con mi vista de esquina a esquina el
librero en mi habitación. Si intento desdeñar mi sueño, lo descalifico y lo
tacho de mediocre. Sin embargo, el mediocre termino siendo yo, porque a pesar
de tanta pregunta sin respuesta y tanta respuesta sin pregunta, aún no conozco
a esa pregunta que tanta jaqueca me provoca en mis noches de insomnio.
Enrique Caro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario