martes, 17 de marzo de 2015

La pregunta.


La pregunta.

A veces me pregunto tantas cosas y entre ellas aparece esta pregunta que no tiene nada que ver con el resto, sé, que exclusivamente tiene que ver contigo. Aunque ella sea parte de ese montón de preguntas que me inundan, me ahogan, me sofocan y me atraviesan con una daga, es tímida, retraída, complicada y se  aislada. Eso no significa que sea menos importante, puedo apostar a que si la pongo a competir con el resto, posiblemente sea la pregunta más importante entre todas ellas. No sé si sea justo para las demás, tampoco tengo idea de si será injusto para ella ponerla a batirse; una contra todas y todas contra una. Debería hacerlo una contra una, pero llevaría más tiempo demostrar su importancia.

He intentado escapar de esa pregunta, imposible; es como querer alejarme de mi sombra, aunque no siempre la puedo ver sigue conmigo. Tampoco puedo deshacerme de ella porque sería aún más cobarde de mi parte que el hecho de haber intentado escapar de su imperiosa presencia.
Inclusivamente he soñado con esa pregunta. Se desprende de lo más profundo de mi conciencia, toma forma, se levanta, camina y se dirige exactamente hacía mí. Su rostro sin ojos, sin boca, sin nariz, sin cejas me causa tanta curiosidad que se me olvida el miedo que me provoca en primera instancia su cabeza retorcida en forma de signo de interrogación.


No basta con despertar. Llevo tatuada mi piel con esa forma torcida y bizarra tan peculiar y singular de su ser. Tampoco es suficiente recorrer con mi vista de esquina a esquina el librero en mi habitación. Si intento desdeñar mi sueño, lo descalifico y lo tacho de mediocre. Sin embargo, el mediocre termino siendo yo, porque a pesar de tanta pregunta sin respuesta y tanta respuesta sin pregunta, aún no conozco a esa pregunta que tanta jaqueca me provoca en mis noches de insomnio.

Enrique Caro.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario