Pero mi
amigo, hoy en día qué no te mata;
El astro rey
y su cáncer de piel,
el alcohol
con su gran oferta de efectos y enfermedades,
esa maldita
depresión con sus suicidios,
aquella
adrenalina y sus arranques de éxtasis.
La comida
contaminada y alterada químicamente nos produce alergias y la grasa de todo lo
frito bloquea las arterias, incluso dejar de comer también nos mata con su
maldita desnutrición provocada muchas veces por la anorexia y la bulimia.
El exceso de
estupidez que día a día incrementa, provoca tragedias irremediables, bien dice
el dicho: que para estúpido no se estudia, se nace…
Y qué decir
de esa grotesca soberbia que abunda en los artistas noveles y consagrados, en
los dirigentes de los pueblos y en aquellos que tienen poder. Déjame decirte
que esta puta soberbia se toma de la mano con la envidia, dan un paseo por el
riachuelo de la prepotencia, se besan, se acarician a orillas del mar de la
arrogancia y entonces, procrean la intolerancia que crece en los hogares; se
baña, se viste, se calza y se alimenta perfectamente con todas las vulgaridades
que provee la violencia verbal, física y psicológica.
El poder
adquisitivo también nos mata, cuando compramos ropa, calzado, bebidas,
alimentos, autos, casas, juguetes, calcetines y calzones para no andar desnudos
tal cual la naturaleza nos ha mandado a este mundo. Le damos vida y crecimiento
a uno de nuestros principales verdugos; la industria y sus fábricas con sus
desperdicios y pestilencias que tiran en los ríos y mares de aquellos países
con mano de obra tan, pero tan barata que da pena y risa y después de que te da
pena y risa, sólo te quedan las ganas de pegarle de cabezazos a la pared y llorar,
pero no del dolor sino del coraje y la rabia que provoca ver como se abusa de
nuestros pueblos necesitados (esta es la esclavitud moderna).
Ya lo sé, el
cigarrillo y su diversos tipos de cáncer, de pulmón, de garganta, de boca, de
paladar, de "lengua buche y machito". (el que por su gusto muere
hasta la muerte la sabe)
La ignorancia
es otra más que mata sin ton ni son, sin decir: agua va, agua viene, no se anda
con rodeos, va al grano, saca la pistola y te pega un tiro en la cabeza,
chao...
Pero qué tal
los inseparables y eternos hermanos; el racismo y la discriminación, pueden
comenzar por un sólo individuo hasta exterminar poblaciones enteras y
evolucionar para llegar al genocidio.
Así es como
este par compite con ese tan mentado y desdichado espíritu bélico de los países
que desean seguir conquistando a los menos desarrollados. Pareciera que el
primer mundo considera un error que todos aquellos subdesarrollados luchen por
mejorar sus condiciones de vida. A aquellos de primer mundo se les olvida que
por sus calles se desbordaba la pobreza y se respiraba la hambruna, se les
olvida que la peste entraba a sus casas por las ventanas y rendijas de las
puertas.
Pero mi
amigo, qué no nos mata hoy en día; el odio que enerva nuestra sangre, la
venganza que se sirve como plato frío pero repetimos una y otra vez hasta pecar
de gula, como si se tratara de tacos, de ensalada fresca, de pollo refrito, de
pasta, de hotdogs, de un asado, de sopa aguada, de paella, de kebap, etc., etc.
Sabes, el
amor también mata, con su sanguinaria pasión que seduce hasta la más cruel y
fina persona que se desdice de este sentimiento se deja matar por él. El amor
toma un cuchillo entre sus dientes, se acerca hacia ti lenta y sigilosamente,
te embelesa el oído, te hace arrumacos, te conquista y una vez que te tiene
comiendo de la palma de sus manos, abre tu pecho vil, cruel y dolorosamente
hasta dejarte desnudo el corazón, entonces lo observa quieta y detenidamente
como si se tratara de algo fuera de este plano astral y sin decir nada te lo
arranca; lo muerde, lo pellizca, juega con él y si se cansa lo arrumba en un cajón,
en el armario o bajo la cama, total que le hace de todo lo que te puedas
imaginar, pero eso sí, nunca te lo regresa. Es más fácil que compres uno o que lo
pidas en donación a que el amor te regrese tu corazón, para él son trofeos
insignificantes, pero de su propiedad.
Es más, al nacer, cada día que pasa morimos de a poco, lentamente,
así que a vivir, mientras se pueda vivir.
Enrique Caro.